La vida es silencio.
Voces enmudecidas se esfuerzan
en atraer tu atención,
sirenas voluptuosas hacen mutis
por el foro del pequeño escenario
de tu existencia. Nada. Nadie.
Y tú te quedas solo. Estás acostumbrado
a esta dulce retama. Coges un libro
y recitas, a modo de soliloquio,
los olvidados poemas de un tal
Whitman, Verlaine, Dante, Hernández...
Tinieblas teñidas de tierno
egoísmo, porque solamente tú
puedes adorarte y odiarte,
ser rey y esclavo, náufrago
maldito en un mar de tranquilidad.,
donde una tempestad traidora
es acogida con delirante amor.
Sed de esperanzas, sed de ilusión,
hasta que el pequeño escenario
sin farándula que lo anime,
cierra sus puertas por ruina.
Marchó la vida.
J.Rafael Sirvent
Los violines no suenan mal, 2001