Esta semana, concretamente el jueves día 4, he cumplido veinticuatro años trabajando en la Universidad ininterrumpidamente, ahí es nada.
Afloran los recuerdos de un chico inquieto, ya por entonces mi lema era "la cuestión es no parar", me dedicaba a estudiar, el periodismo local, hacer teatro, editar una revista, ser representante de alumnos, bibliotecario ocasional...
La situación en casa no era desesperada, pero tampoco buena. Habían despedido a mi padre del trabajo, junto a sus más de cuarenta compañeros (cerró la Panificadora Magro), y se dedicaba a hacer sustituciones, contratos cortos, etc. Mi madre, buena administradora, manejaba la cosa económica para que la situación en casa fuera más o menos normal, sin que faltara de nada.
Yo había hecho varios intentos de entrar a trabajar en organismo e instituciones, con poca fortuna. Había estudiado contabilidad y banca, largos y pesados cursos del INEM, y lo único que conseguía, de vez en cuando, era algo de dinerillo por mis artículos y crónicas en L'Alicantí y El Vilero, ambos medios de comunicación propiedad de un desastroso empresario y una pequeña paga como ayudante, bibliotecario, acompañante y escucha de D. Miguel Martínez Mena, sí Don Miguel, abogado retirado y escritor e historiador falangista, coautor de toda la serie "Alicante 1930" y siguientes, que tenía una impresionante biblioteca en su ático de la calle San Agustín, bastante caótica, por lo que ahí me tenía que emplear a fondo. Pero otro día hablaré de este tema, apasionante en mi vida, por cierto.
A lo que iba. Corría el año 1986 y comienza un curso nuevo, el 86-87, pasando a 3º de Filología Hispánica; por cierto, ése fue el primer año que impartió clase en la UA (a nuestro grupo en concreto) José Luis Cifuentes, mucho más tarde Decano de la Facultad. En esa época se anunciaba a bombo y platillo por la radio la edición por parte del diario Información de unos fascículos coleccionables llamados Menjars de la terra, escritos por los gastónomos alicantinos Fernando Gallar y González Pomata.
En casa se compraba el periódico todos los domingos, sin excepción. era una buena forma de pasar de la aburrida tele de la época. Pero tanto por el interés en casa hacia la gastronomía (mi madre cocinaba muy bien) como que Fernando Gallar era el padre de mi amigo Manolo, decidimos adquirir el coleccionable, que salía los jueves. El primero, para ser más exacto, el jueves día 30 de octubre.
En el diario de ese día venía un pequeño recorte que anunciaba la convocatoria de dos contratos temporales de auxiliar administrativo en valenciano para el Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la UA. Y recalco: "en valenciano". Y el plazo para presentar la solicitud expiraba el lunes 3 de noviembre. Dicho y hecho, ¿por qué no?, yo ya me había presentado meses antes a una plaza de técnico en valenciano en la UA y me quedé segundo, tras el ganador de la plaza (Forcadell). La sorpresa al presentar los papeles: la prueba sería el día siguiente, el 4 de noviembre. Y la prueba constaría de conocimientos administrativos (procedimientos, modelos...) así como de pericia con la máquina de escribir. Y todo, en valenciano.
Aquí quiero recordar cómo les comenté a mis amigos de la carrera que se presentaran y cómo se rieron de mí, que si me iba a dejar los estudios para trabajar, que qué falta me hacía, etc., etc. Veinte años después, más de uno de esos amigos me han confesado su arrepentimiento, porque todavía vagaban de plaza en plaza, como becarios o interinos...
Al día siguiente, martes, cargado con una Olivetti Linea 98 que me prestaron, tuvo lugar la prueba, bueno no, las pruebas. Primero con la máquina de escribir, prueba de velocidad copiando un texto en valenciano, prueba de ortografía escribiendo un dictado leído por el tribunal... en valenciano, claro. Acto seguido, entrevista uno a uno de todos los aspirantes (cerca de veinte) para preguntarles sobre temas administrativos y de otra índole, Y en valenciano, por supuesto. Al llegar mi turno, me preguntaron sobre qué hacer cuando llegaba una carta al servicio y qué era un oficio y lo que más me llamó la atención fue el turno de preguntas abiertas, para valorar imagino la capacidad de expresión en valenciano, pero ¿a quién se le ocurriría la pregunta del porqué quería trabajar? En fin, salí airoso.
Como había urgencia, el miércoles ya estaban los resultados colgados: número uno, Manolo Maroto, contratado ya por la UA y que se había presentado porque no tenía claro su contrato cómo estaba; número dos Antoni Forner, que ya estaba desarrollando un tiempo las funciones en el ICE con una beca; número tres, moi. Mala suerte pues, únicamente eran dos las plazas.
El jueves estaba durmiendo tan tranquilo, serían las ocho y muy poco de la mañana (las clases ese día debían empezar más tarde, imagino), cuando sonó el teléfono de casa (Góndola rojo de pared). Me levanté extrañado porque no eran horas y la voz que salió del auricular, seca y mandona, me dejó perplejo. "¿Josep Rafael Sirvent?", "Sí, soy yo dígame", "Et telefone de l'ICE, es pot saber per què no ets ací?", "Perdó?, no comprenc", "Que Manolo Maroto ha renunciat i has entrat tu en la plaça, així que afanya't que tenim molt de treball, vine com més aviat millor", "Ara mateix agafe un taxi", "Molt bé, adéu".
Se me salía el corazón por la boca, desperté a mis padres para contárselo, no sé si me hice un café con leche y creo que sin duchar siquiera pillé un taxi y me presenté en el ICE, por entonces en la última planta del primer edificio de Filosofía y Letras. Tras las primeras presentaciones, a ensobrar como un loco, pues convocábamos a miles de profesores de primaria y secundaria a los cursos de valenciano.
Ahí arranca mi historia laboral con la UA. Empecé a trabajar el día 6 de noviembre pero el contrato me lo hicieron desde el 4, el día de la prueba. Mejor. Ya en el ICE me tocó la parte interna del trabajo administrativo y estuve muy a gusto los meses que allí me quedé, pues el contrato era anual renovable hasta tres años, pero salieron plazas laborales fijas al poco, me presenté y las saqué. Y el 1 de julio de 1987 cambié de trabajo, con gran pesar por mi parte y por la de mis compañeros y jefes. Pero ya era fijo. Hasta hoy.