jueves, 20 de octubre de 2011

¿El fin de ETA? ¡Ojalá!


¿Será posible, será verdad? ¿Significa este comunicado el que ETA, de verdad, deja de matar, de acobardar a la mitad de la población del País Vasco? Y de toda España.

No sé si ésta será la refinitiva, si será una trampa electoralista cara al 20-N, pero yo que no suelo rezar nunca le pido a quien esté por encima de nosotros que por fin acabe este terror, este horror, este error...

No se ha de olvidar a las víctimas, muertos y heridos, secuestrados y extorsionados, familiares y amigos, pero el ansia de venganza tampoco debe entorpecer un proceso definitivo de liquidación de ETA.

Y después, en democracia todo es posible. En Canadá, Quebec vota por la independencia. Escocia está también por ello. Si la mayoría del País Vasco quiere ser independiente, que se lo ganen con razones, nunca con las armas, jamás por el miedo, por el chantaje...

domingo, 2 de octubre de 2011

Leer



De toda la vida me ha gustado leer. Durante un invierno no asistí al colegio (tendría cinco años o quizá seis y mi madre se esforzó por enseñarme a leer y escribir y hacer sumas y restas y total, cuando me reincorporé a clase destacaba sobre mis compañeros, por el interés puesto por mi madre). Comencé muy temprano con los tebeos, Roberto Alcázar y Pedrín, Purk el Hombre de Piedra, El Guerrero del Antifaz, El Jabato, El Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape y demás personajes Bruguera. De ahí salté a los comics Vértice, los superhéroes, Los Vengadores y los Cuatro Fantásticos sobre todo. También leía clásicos de la literatura ilustrados y libros de Julio Verne o de otros autores de aventuras; incluso me tragué un buen tocho de la Biblia ilustrada. Todo ello antes de llegar a la adolescencia, off course.

A mi madre le gustaba leer y también escribir. Yo me leía todo lo que ella plasmaba, en bolígrafo o lápiz, en un papel. Gracias a ella se despertó en mí, a la edad de trece años, la curiosidad por la escritura, componiendo unos versos espantosos pero que abrieron la espita de mi interés posterior.

En el instituto se veía venir, yo era lo que algún gilipollas suele llamar "rata de biblioteca"; la de mi centro educativo, el Jorge Juan, era un sueño para mi curiosidad, ya que además de los libros de lectura o texto recomendados a los alumnos, atesoraba una colección de libros antiguos impresionante, adjetivo que también serviría para la biblioteca particular del escritor Miguel Martínez Mena, que yo ayudaba a mantener en orden (misión prácticamente imposible, por cierto).

En esa misma época empecé a estudiar Filología Hispánica, en el ya lejanísimo año 1984 (¡ay, cómo pasa el tiempo!), pero la diosa Fortuna quiso que mi destino no fuera el por mí elegido, sino otro bien distinto y del que estoy muy orgulloso: vi una oportunidad para comenzar a trabajar en la Universidad, la pillé al vuelo y dentro de un mes cumplo un cuarto de siglo en esa institución, mi segunda casa, como bibliotecario.

Abandoné Filología un par de años más tarde para dedicarme a trabajar y vivir, ya que con 23 años estaba en la flor de la vida y, culo inquieto y fiel a mi lema ("la cuestión es no parar"), hice muchas cosas, conocí mucha gente (alguno ha quedado impreso en mi vida como amigo), tuve bastantes relaciones (ejem), me mudé varias veces de casa y así hasta hoy. ¿Y todo este rollo, para qué?

Nunca he dejado de leer. He coleccionado comics hasta hace unos pocos años (pero aún me compro alguno de vez en cuando), novelas, libros históricos, poesía, libros de cocina, prensa: no me veréis meterme en la cama y quedarme dormido si antes no intento leer algo (depende del cansancio, leo o me quedo torrado al poco). Y ahora he retomado Filología, antes de que me pille el cambio a grado, y no doy abasto con las lecturas obligatorias y las recomendadas... Y yo tan a gusto, por cierto.