viernes, 19 de septiembre de 2008

Mala noche

En noches como ésta resulta inevitable acordarme de mi madre. Ella, durante el embarazo contrajo un catarro considerable que, al no poder ser aliviado con medicamento alguno, acabó en bronquitis y, para su desgracia, en asma crónica. A partir de ahí, ¡cuántas noches en vela por no poder respirar bien! Cuánta medicina entró en su cuerpo (teolixir, solufilina, trigón depot, ventolín...).

Como hijo único que he sido, no me cansaré de repetir que yo he heredado tanto lo bueno como lo malo de mis padres y sí, efectivamente, también soy asmático, pero ocasional. Pero basta que pille por ahí un frío, un simple y aburrido resfriado, para que mis bronquios se resientan. Evidentemente, hay medicinas que me atajan bastante el problema, sobre todo en inyecciones, pero hasta dentro de unas horas, cuando vaya a ver al médico, no podrá ser. Y aquí estoy yo, constipado, moqueando y con una losa en el pecho que el ventolín no consigue aliviar. Vaya nochecita. He dormido a trompicones, me he levantado más de una decena de veces al baño, e inhalado el dichoso spray casi otra decena de veces. He salido de la cama definitivamente hace una hora, me he hecho leche calentita con miel y galletas y ¡hala!, un frenadol, a ver si dejo de moquear. Y aquí estoy, con ganas de fumarme un cigarrillo pero tararí que te ví, si no me entra bien el aire en los pulmones, de qué me voy a poner a fumar.


Me temo que hoy mi compañera Kate se va a quedar sola en el despacho, porque yo voy a acercarme al Servicio Médico de la Universidad, que me vea el doctor, que me pinchen mi bronsal y volveré a casita a meterme en la cama.

Y todo esto cara al fin de semana y con un cumpleaños mañana... En fin, lector@s, pasadlo bien y yo, ya os contaré.


1 comentario:

Anónimo dijo...

pobret!!